Dar a Dios el Fruto que le corresponde

miércoles, 1 de octubre de 2008

1.- DAR A DIOS EL FRUTO QUE LE CORRESPONDE

Por Gabriel González del Estal

1.- Por tercer domingo consecutivo Jesús nos habla de su viña, de la viña que el Padre plantó. Cuando Jesús hablaba de su viña a los sacerdotes y senadores del pueblo, se refería evidentemente al pueblo de Israel: la viña del Señor de los Ejércitos es la casa de Israel, nos dice el profeta Isaías en la primera lectura. Y en el texto evangélico se nos dice que el pueblo de Israel, agarrando a los criados (los profetas) enviados por el Señor para percibir los frutos que correspondían al dueño de la viña, a uno le apalearon, mataron a otro y a otro le apedrearon; mataron, incluso, al heredero, (Jesús de Nazaret), para quedarse con su herencia. La interpretación histórica de esta parábola es muy clara, pero yo creo que, ahora, nosotros los cristianos, debemos aplicar la parábola de la viña a cada uno de nosotros y a su Iglesia, porque realmente Dios quiere que cada uno de nosotros y su Iglesia seamos viña del Señor. El Señor, a través de nuestros padres, educadores o por cualquier otro medio, ha plantado en nosotros la semilla de la fe, de la esperanza y de la caridad cristiana. El Señor nos labra y nos cultiva todos los días con la inspiración amorosa del Espíritu Santo que habita en nosotros. Por eso, la pregunta que deberemos hacernos nosotros todos los días es: la semilla buena que Dios ha plantado en mí, ¿está dando los frutos que corresponden al dueño de mi viña? Dios quiere que su viña sea su Reino, un reino de amor, de justicia, de verdad y de paz. ¿Soy yo, con mi vida, constructor del Reino de Dios? Mi vida está gobernada por el amor, por la lucha contra la injusticia, por la defensa de la verdad ¿O también nosotros, los cristianos, hemos desechado de nuestras vidas a la piedra angular, a Cristo Jesús y a su evangelio? Y la Iglesia de la que cada uno de nosotros formamos parte, ¿vive de acuerdo con los verdaderos valores del evangelio de Jesús de Nazaret?

2.- Esperó de ellos derecho, y ahí tenéis: asesinatos; esperó justicia, y ahí tenéis: lamentos. El texto del profeta Isaías que leemos hoy en la primera lectura es un texto literariamente muy bello y es, además, de una gran profundidad religiosa. Es verdaderamente un canto de amor a la viña, una verdadera declaración de amor que le hace el dueño a su viña. También está claro que es un canto de amor desesperado y desilusionado. El pueblo de Israel no ha sabido corresponder al inmenso y apasionado amor que el Señor le dio. Esperaba que diera uvas y dio agrazones. Si seguimos trasladando el texto hasta nuestros tiempos y si seguimos aplicándolo a cada uno de nosotros y a nuestra querida Iglesia, ¿qué nos diría hoy el Señor a cada uno de nosotros, qué diría a la Iglesia que él con tanto amor plantó? ¿Sería también un canto de amor desesperado? ¿Sería un canto de amor correspondido? Que cada uno de nosotros dé su respuesta.

3.- Todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable; todo lo que es virtud o mérito, tenedlo en cuenta. San Pablo se atreve a ponerse de modelo a los primeros cristianos de Filipos, seguro de que si le imitan a él estarán imitando al único y verdadero Maestro, Cristo Jesús. Por eso se atreve a pedirles que pongan por obra todo lo que aprendieron y vieron de él y en él. Trasladando también este texto, históricamente, hasta nuestros días, debemos preguntarnos: los cristianos de este siglo XXI, ¿podemos ponernos como modelos de comportamiento y de vida a nuestros conciudadanos? ¿Defendemos siempre todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable y laudable, virtud o mérito? ¿Somos realmente en nuestro mundo fermento de conversión cristiana, es decir, de justicia, de verdad, de amor y de paz? ¿Podrán vernos los demás, a cada uno de nosotros y a la Iglesia Católica, como la verdadera parcela, la verdadera viña del Señor? Yo creo que si sabemos meditar, con sinceridad y valentía, los textos de este domingo, ya tenemos suficiente materia de reflexión para todo el día

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